Todo
el mundo habla de Drive. Y tras la
hipérbole de las hipérboles, un par de ejemplos: Boyero la emparenta con El silencio de un
hombre y para la Rolling Stone (enero 2012) es el Reservoir Dogs del siglo XXI.
La película se basa en una novela de James Sallis y lo ha colocado en el mapa, bastante poblado, de la novela negra. Pero es el autor de una biografía sobre Chester Himes, de varios ensayos sobre jazz y de una serie de novelas protagonizadas por el detective de raza negra Lew Griffin (no es difícil encontrar la primera inspiración para su personaje) y situadas en Nueva Orleans, ciudad que el escritor parece amar y que abandonó tras el Katrina.
Harry Connick, Jr. también es oriundo de la capital de Luisiana y la dedicó dos discos tras el huracán, de los que cedió parte de los beneficios para la reconstrucción de la misma. To See You es un álbum anterior mezcla entre el estilo crooner de orquesta y la improvisación de un combo de jazz. Buscaba otro tema pero no lo he encontrado… No todo está en youtube.
El título original The
Long-Legged Fly (que recuerda a los giallo)
se convierte en El tejedor por un
poema homónimo de Yeats con el que abre la novela. Pierde la oportunidad RBA en
esta redición, antes había sido publicado por Poliedro, de titular la novela
con un insecto porque todas las dedicadas al mismo personaje tienen un
invertebrado como protagonista.
La novela está dividida en cuatro partes (una por década) y
Griffin se enfrenta a cuatro casos muy parecidos, personas desaparecidas. Una
activista negra que se hace pasar por prostituta y acaba en un manicomio. Una
adolescente atrapada por la mafia de la pornografía. La hermana pequeña de un
conocido, envuelta en temas de drogas. Y el propio hijo de Griffin, que acaba
la novela en paradero desconocido.
Esta puede ser una de las críticas de la obra, la excesiva
similitud de las historias. Por otro lado, pudiera ser una intención del autor:
“Las cosas no van a mejorar nunca, Don. Como mucho solo van a cambiar”, para
volver a quedarse como estaban, se podría añadir. Un fragmento un poco más
largo: “A fin de cuentas, supongo, no era tan diferente de la forma en que
todos creamos nuestras vidas con retazos, un trozo de un libro por aquí, el
título o el texto de una canción por allá, reminiscencias de personas que hemos
conocido, fragmentos de películas; imaginándonos a nosotros mismos y viviendo
según esa imagen, y luego pasando a otra y luego a otra, improvisando y
avanzando día tras día a través de los años que llamamos vida”.
Pesimismo intrínseco
al género como también alguna de las adjetivaciones y comparaciones de Sallis:
“Su voz era un susurro enfisematoso”; “La parrafada era confusa, como debió
serlo el mundo en el momento de su creación”; “Tomé un trago que me bajó por la
garganta como un cepillo de púas”. Contiene también cierta crítica social
referida a la situación e idiosincrasia de los afroamericanos; y a la jerarquía
laboral, expresada con cierta agudeza: “Negros y cansados (¿una tautología)”;
“Y mis hermanos, los negros, se me antojó eran auténticos hobbesianos”; “pero
los gerentes, esa nueva y enorme clase que no para de crecer, deben tener algo
que hacer”.
El
regusto final es peor que el de Drive.
Esta última es más seca, más in your face y El tejedor resulta un tanto clásica, entiéndase aquí como algo
negativo. Se podría comparar con las diferencias entre Extraños en un tren y El
talento de Mr. Ripley de Highsmith. Con menos elementos, menos prosa cuenta
lo mismo.
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