viernes, 28 de septiembre de 2012

Corta-venas


A Sara le gustan las canciones de Nacho Vegas. Sus amigas dicen que Nacho Vegas es un corta-venas. Y a mí me divierte esa palabra (compuesta).  Corta-venas: Dícese de aquella persona o ser inanimado cuya presencia o actos animan a un tercero a cortarse las venas (en vertical, para que no puedan coserlas). El caso es que existe una película que se podría traducir casi, casi así: Wristcutters (los que se cortan las muñecas, los que se cortan las venas o ya que estamos, los corta-venas).


Como no podía ser de otra manera, la película comienza con un chaval, Zia, cortándose las venas y muriendo mientras su voz, en off,  habla de lo que ha llorado su novia. El chico despierta en un universo alternativo, una especie de tierra de Oz. Ya instalado, trabaja en una pizzería, descubre que su antigua novia también se suicidó y parte en su búsqueda junto con un amigo.


Viajan en un coche destartalado en el que si algo cae debajo del asiento del copiloto desaparece. Recogen a una autoestopista que busca a la gente que está al cargo y tienen un accidente al intentar esquivar a una persona (interpretada por Tom Waits) tumbada en la carretera.

La aparición del de Pomona pasa por ser lo mejor de la película. De hecho, su presentación podría ser la de un personaje de alguna de sus canciones: “tumbado en la carretera, cansado de buscar a mi perro Freddy…” Waits lo empapa todo y la búsqueda de Freddy los conduce hasta el Rey Mesías. Zia encuentra junto a él a su antigua novia y se debate entre el amor a esta o a la autoestopista.

Comedia ácida situada en una especie de purgatorio que funciona como una segunda vida para todos aquellos que se han suicidado, un lugar donde no se puede sonreír. En parte road movie, se contemplan diversos flashbacks con los suicidios y el estado en el que quedaron esas personas (a lo American Horror Story pero menos gore). A pesar de algunos momentos ingeniosos, no deja de ser una variante, bastante floja, del chico conoce chica.
 
Aunque Wristcutters es una película algo raruna. Alguien dijo de Hurlyburly que solo gustaba a los consumidores de cocaína que quizá entiendan las paranoias que cuenta. Con Wristcutters pasa algo parecido. Solo gusta a los que se han cortado las venas, con éxito.

lunes, 17 de septiembre de 2012

El rey pálido, de David Foster Wallace (parte 3 y última)

(CONTINUACIÓN)


Bien, escritas dos entradas sobre El rey pálido se puede concluir que la premisa de la novela es la siguiente: Un  grupo de personas llega al Centro Regional de Examen de la Agencia Tributaria de Peoria, Illinois. Entre ellos, Sylvanshine, casi un médium de datos que vive a tiempo parcial en el mundo de los detalles fragmentarios y efervescentes que nadie conoce o que nadie se molestaría en conocer aunque tuvieran la posibilidad de conocerlos; Cusk, con sus problemas de sudoración excesiva; un tipo que, en su niñez,  quiso besarse cada centímetro de su cuerpo; y David Wallace, el escritor que protagoniza dos capítulos.

 
Ambos capítulos están encabezados por el anuncio “Aquí el autor”, aunque en la segunda aparición advierte de que será la última vez que avise (lo que hace suponer que hubiera habido más capítulos similares si el novelista hubiera acabado la obra). En ellos, con notas al pie tan largas como el propio texto, Wallace explica su literatura Parte de esta información(es decir, parte de la obra) está más o menos del paquete de documentos de orientación de la Agencia tributaria (…); de ahí su regusto un poco muerto y burocrático, que he decidido no decorar ni embellecer; y critica algunos recursos literarios: A continuación (…), incluyo cierta información preliminar de tipo general que he optado por no meter a hurtadillas ni con sutilezas valiéndome de las típicas estratagemas narrativas: p.ej., hacer que un personaje informe a otro de cosas que ambos ya saben, a fin de que esta información llegue al lector, un recurso que siempre me ha parecido extremadamente irritante.

Wallace describe el centro de Peoria como un lugar alienante con cantidades de personas estudiando documentación de temática fiscal y donde los examinadores llaman a sus hijos sus pequeñas líneas 40 (viene de cuando introducen el código de sus hijos y personas a cargo). Como se decía en la primera entrada sobre la novela, el aburrimiento de la rutina es uno de los temas recurrentes (El verdadero coraje consiste en soportar el tedio minuto a minuto y dentro de un espacio cerrado), llegando a hablar del origen de la palabra “aburrido” y situándolo en la revolución industrial. ¿Es el aburrimiento algo propio del ser humano moderno?

Resulta inevitable recordar a Kafka y su Proceso con descripciones de la burocracia como las siguientes: Máquinas enormes, impersonales y chirriantes; es decir, me parecía inflexiblemente literales regidas por normas de la misma manera en que lo están las máquinas e igual de idiotas. O el siguiente párrafo: Lo que me venía primariamente a la cabeza al oír la palabra “burocracia” era la imagen de alguien plantado sin expresión detrás de un mostrador, que no escuchaba ninguna de mis preguntas ni tampoco mis explicaciones sobre circunstancias y malentendidos, sino que se limitaba a referirse a algún manual de reglas impersonales mientras sellaba mi impreso con un número que auguraba que me esperaban más complicaciones y gastos tediosos y frustrantes.

Con esta finalizan las entradas sobre El rey pálido. Se podían escribir otras tres más (y tres más también)… De hecho, tengo aún muchas notas sobre la novela que podría desarrollar pero lo dejo aquí. Aunque, por ahora, no abandono a David Foster Wallace.




 

lunes, 3 de septiembre de 2012

El rey pálido, de David Foster Wallace (parte 2)


El rey pálido es como una película coral en la que cada personaje está filmado de forma distinta. Uno de estos personajes protagoniza el capítulo 22, que es casi otra novela (una nouvelle de 95 páginas) con planteamiento, nudo y desenlace. Allí, entre el conflicto generacional de la década de los 70, el consumo de drogas  y reflexiones sobre el ser humano del tipo la mayoría de gente es narcisista y está predispuesta a las ilusiones de que ellos y sus problemas son especiales de una forma única y de que ellos se sienten de una manera determinada y está claro que no hay nadie más que se sienta de esa manera; se cuenta el paso del nihilismo adolescente a llevar a cabo una elección significativa en el mundo real. Incluye algunas lecciones básicas de economía,  que parecen adecuadas y pertinentes para los tiempos que corren. A continuación, el primer artículo de economía de El tercer lunes.


Extracto del capítulo con frases literales del libro:

En medio de una recesión económica una política fiscal inadecuada puede agravar dicha recesión. Un caso práctico (sucedido en los USA a finales de los 70): cogieron el impuesto estatal sobre las ventas (¿similar al IVA?) y lo hicieron progresivo en lugar de proporcional. La idea era que cuánto más compraras más impuestos pagarías. Se trató de una cagada enorme en materia de política fiscal. Una regla fundamental de la implantación eficaz de las leyes fiscales es acordarse de que el contribuyente medio siempre va a actuar movido por su propio interés monetario. Esto es una ley básica de la economía. En cuestiones impositivas, el resultado es que el contribuyente siempre hará lo que la ley le permita a fin de  minimizar sus impuestos. No es más que la naturaleza humana. Un impuesto progresivo no puede ser algo que se subdivida con facilidad. El resultado fue que la venta al público se sumió en el caos. En los supermercados los clientes ya no compraban tres bolsas grandes de comida y aceptaban pagar un 6, un 6,8 y un 8,5 por ciento respectivamente por aquellas partes de su compra que superaban los 5$, los 20$ y los 42,01$; ahora estaban motivados para estructurar su compra de alimentos en forma de numerosas compras por separado de 4’99$. Así pues, de pronto todo el mundo entraba en la tienda y hacía una compra de menos de 5$, a continuación se iba al coche, metía la bolsita y volvía a entrar para hacer otra compra de menos de 5$, y llevársela al coche,  y vuelta a empezar. Las colas para pagar en el supermercado empezaban a llegar hasta el fondo mismo de la tienda. En las gasolineras los conductores se veían obligados a esperar a que la gente que tenían delante intentara poner 4’99$ de gasolina, entrar corriendo a pagar, volver a salir, poner el surtidor a cero, meter otros 4’99$ y vuelta a empezar. Los bancos vivieron una demanda enorme de billetes de un dólar y monedas. Lo peor vino cuando los negocios emprendedores vieron una nueva oportunidad y empezaron a usar el eslogan “¡Subdividible!” como incentivo a las ventas. Incluyendo, por ejemplo, a los vendedores de coches usados que estaban dispuestos a venderte un coche en forma de aglomeración de pequeñas transacciones separadas correspondientes a un parachoques delantero, la bobina de un alternador… De manera que la compra quedara estructurada en forma de miles de transacciones individuales de 4’99$. Técnicamente era legal (…); pero creo que fue también cuando los agentes inmobiliarios adoptaron la práctica de subdividir cuando las cosas se hundieron de verdad. Los sistemas de procesamiento de datos empezaban a fallar; el impuesto progresivo sobre las ventas produjo un auténtico tsunami de datos de ventas subdivididas y ahogó la tecnología existente. La medida fue revocada en menos de cuatro meses. Aquel periodo había supuesto un desastre absoluto para el comercio al por menor; la temporada de compras de Navidad de 1977 fue una pesadilla que todavía hoy, tantos años después, la gente sigue comentando.

Mmm… Esta historia me hizo recordar cierta situación actual con ciertas medidas actuales… Vale, las frases subrayadas son una perogrullada pero, a veces, falta tanto sentido común que no está demás remarcar algunas ideas obvias. Se han usado 717 palabras. El protagonista del capítulo 22 estaría orgulloso. 

(CONTINUARÁ)