lunes, 17 de septiembre de 2012

El rey pálido, de David Foster Wallace (parte 3 y última)

(CONTINUACIÓN)


Bien, escritas dos entradas sobre El rey pálido se puede concluir que la premisa de la novela es la siguiente: Un  grupo de personas llega al Centro Regional de Examen de la Agencia Tributaria de Peoria, Illinois. Entre ellos, Sylvanshine, casi un médium de datos que vive a tiempo parcial en el mundo de los detalles fragmentarios y efervescentes que nadie conoce o que nadie se molestaría en conocer aunque tuvieran la posibilidad de conocerlos; Cusk, con sus problemas de sudoración excesiva; un tipo que, en su niñez,  quiso besarse cada centímetro de su cuerpo; y David Wallace, el escritor que protagoniza dos capítulos.

 
Ambos capítulos están encabezados por el anuncio “Aquí el autor”, aunque en la segunda aparición advierte de que será la última vez que avise (lo que hace suponer que hubiera habido más capítulos similares si el novelista hubiera acabado la obra). En ellos, con notas al pie tan largas como el propio texto, Wallace explica su literatura Parte de esta información(es decir, parte de la obra) está más o menos del paquete de documentos de orientación de la Agencia tributaria (…); de ahí su regusto un poco muerto y burocrático, que he decidido no decorar ni embellecer; y critica algunos recursos literarios: A continuación (…), incluyo cierta información preliminar de tipo general que he optado por no meter a hurtadillas ni con sutilezas valiéndome de las típicas estratagemas narrativas: p.ej., hacer que un personaje informe a otro de cosas que ambos ya saben, a fin de que esta información llegue al lector, un recurso que siempre me ha parecido extremadamente irritante.

Wallace describe el centro de Peoria como un lugar alienante con cantidades de personas estudiando documentación de temática fiscal y donde los examinadores llaman a sus hijos sus pequeñas líneas 40 (viene de cuando introducen el código de sus hijos y personas a cargo). Como se decía en la primera entrada sobre la novela, el aburrimiento de la rutina es uno de los temas recurrentes (El verdadero coraje consiste en soportar el tedio minuto a minuto y dentro de un espacio cerrado), llegando a hablar del origen de la palabra “aburrido” y situándolo en la revolución industrial. ¿Es el aburrimiento algo propio del ser humano moderno?

Resulta inevitable recordar a Kafka y su Proceso con descripciones de la burocracia como las siguientes: Máquinas enormes, impersonales y chirriantes; es decir, me parecía inflexiblemente literales regidas por normas de la misma manera en que lo están las máquinas e igual de idiotas. O el siguiente párrafo: Lo que me venía primariamente a la cabeza al oír la palabra “burocracia” era la imagen de alguien plantado sin expresión detrás de un mostrador, que no escuchaba ninguna de mis preguntas ni tampoco mis explicaciones sobre circunstancias y malentendidos, sino que se limitaba a referirse a algún manual de reglas impersonales mientras sellaba mi impreso con un número que auguraba que me esperaban más complicaciones y gastos tediosos y frustrantes.

Con esta finalizan las entradas sobre El rey pálido. Se podían escribir otras tres más (y tres más también)… De hecho, tengo aún muchas notas sobre la novela que podría desarrollar pero lo dejo aquí. Aunque, por ahora, no abandono a David Foster Wallace.




 

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